"Dedicado a todos los que siguen queriendo ser diferentes y luchan contra aquellos que desean que seamos iguales"
Albert Espinosa.

Vistas de página en total

sábado, 21 de febrero de 2015

Atisbo de lucidez.

Llego tarde. Quizá no debería preocuparme, pues es más bien una cita conmigo mismo, pero algo me dice que me está esperando, aunque sea clínicamente imposible. Entro en el ascensor apurado y pulso el botón de la segunda planta. Al salir al pasillo me saludan cada dos pasos; ya me conocen, es como mi segunda casa, y ellos, mi segunda familia. Respondo con alegría pero no puedo pararme, como suelo hacer; no tengo tiempo.
- Buenos días Paco- dice el doctor en la puerta de la habitación-. Esta mañana la encuentro un poco agitada, ha preguntado dos veces por su padre.
- Buenos días doctor- sonrío, me alegra oír eso, me está esperando-, gracias. Me ha sido imposible llegar antes, ¿puedo pasar?
- Claro, adelante- dice abriéndome la puerta.
- ¿Papá, eres tu?- la oigo preguntar desde alguna parte de la habitación.
- Hola cariño- se me ilumina la cara al verla. Lleva puesto su vestido favorito y está de pie junto a la mesa; en ella, un desayuno con todo lujo de detalles-. ¡Pero qué guapa estás!, ¿has preparado todo esto para mí?
-Si, padre- me sonríe afablemente- quizá se haya enfriado un poco.
- Lo siento, tenía una cita muy importante mi amor, no he podido llegar antes.
Ella no responde, se limita a asentir a modo de comprensión y me hace un gesto para que me siente.
Después de todo debería estar acostumbrado, pero aún me chirría un poco. Llevamos unos cinco años así, no sabe quien soy, solo sabe hasta donde le alcanza la memoria; su padre. Al menos me reconoce. Cinco años viniendo todas las mañanas hasta que cae la tarde, porque yo si sé quien es ella, porque ninguna enfermedad va a poder conmigo.
Se levanta.
- Aura, ¿dónde vas?- pregunto preocupado, parecía triste-. No hemos terminado de desayunar.
No contesta. Me giro y la veo sentada en la cama, mirando un cuadro que tiene en la mesilla de noche. Lo ve cada día; en él, nuestra foto de boda. Pero no repara en el parecido de ese hombre conmigo, ni en su envejecimiento. Mi mujer cree que tiene unos treinta años y que yo soy su padre. El alzheimer no le ha permitido reconocerme desde hace mucho tiempo.
- Aura, ¿estás bien?- digo acercándome. Ella me mira y asiente.
- Creo que necesito descansar.
- Claro, tranquila. Duérmete.
La ayudo a tumbarse y me siento en la butaca que hay justo al lado. Podría pasarme todo el día mirándola. Es tan bonita...Es increíble cómo después de 45 años sigue embelesándome de la manera que lo hace.
Pasa el tiempo y Aura no se despierta; debe estar muy cansada; así que decido irme a comer y dar un paseo. Comprarle unas flores me parece una buena idea. Quizá ella no entienda muy bien porqué su padre le regala flores, pero sigo con la esperanza de que algo le conceda un momento de lucidez..
Cuando vuelvo, ya esta despierta. Esta tumbada en la cama leyendo una revista.
- Hola mi vida- le digo sonriendo. No se había dado cuenta de que había llegado.
Levanta la vista y me mira. Sus ojos empiezan a humedecerse, ¿qué le pasa?
- Aura...- digo arrastrando cada letra de su nombre mientras me acerco-. ¿Qué te pasa, mujer?- le entrego las flores-. No llores, estoy aquí contigo.
Ella me mira fijamente a los ojos; su rostro empapado de lágrimas.
- Muchas gracias por las flores- me sonríe. La sonrisa más bonita que he visto nunca.
- ¿Te gustan?- pregunto devolviéndosela.
- Son preciosas Paco- se me para el corazón-. Te quiero.
Ella ni si quiera se ha dado cuenta de lo que ha dicho. Se incorpora y pone las flores en el jarrón de la mesita. Yo estoy paralizado. No puedo contener el llanto. Aura se gira y me mira.
- ¿Qué te pasa papá?
Un momento. Solo ha sido un momento. Fugaz. Décimas de segundo. Pero ese mínimo instante ha hecho que merezcan la pena todos los días que he vivido durante cinco años. Y es el agua que le faltaba a la fuente de mi energía para seguir todos los que quedan.
- Te quiero, Aura.

domingo, 1 de febrero de 2015

Algo.

Siempre me planto delante de la pantalla a esperar que me llegue la inspiración para escribir algo que conmueva al mundo. Parece que no me doy cuenta de que día tras día es más difícil, y debería, puesto que siempre se queda en blanco. Páginas electrónicas para escribir...quizá sea ese uno de los motivos; toda esta especie de oleada de desconfianza hacia el todo, probablemente venga dada por la era tecnológica.
El caso es que no sé qué escribir. La gente ya a penas se para a sentir, a emocionarse. La situación que estamos viviendo hoy en día cada vez nos indigna más y nos motiva menos. Lo único que vemos es más y más rivalidad entre nosotros, más y más mentiras, más violencia, hostilidad...
Me da miedo saber dónde podría llegar esto. El consumismo va a acabar con todos nosotros.