"Dedicado a todos los que siguen queriendo ser diferentes y luchan contra aquellos que desean que seamos iguales"
Albert Espinosa.

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jueves, 30 de octubre de 2014

Como para olvidar...

Hoy es el día. Estoy tan emocionada...
Las cosas han cambiado muchísimo; hace a penas dos meses no me hablaba ni con mi padre ni con mi tía; la cual estaba esperando su segundo bebé; y hoy...están aquí, en Sevilla, viviendo en una casa en la que prácticamente me he criado, en mi pueblo de toda la vida. Es extraño, pero me encanta. Todo vuelve a ser como antes; todo son bromas, risas y locura. Mi tía hoy sale de cuentas, así que para agilizar la movida, hemos decidido ir al campo a dar un paseo. Se le ha ocurrido la tremenda idea de dar a luz en casa...además, hoy viene Mario, un chico al que estoy conociendo que, por fin y después de muchas bromas telefónicas, va a ver a papá...tengo ganas. Seguro que se llevan genial. Sin duda, hoy va a ser un día movidito, de esos que, sea la época que sea, recuerdas con la nitidez del día anterior.
Llegamos al campo y no duramos demasiado...a penas llevábamos andando media hora cuando mi tía se meó encima y nos brindó la mejor oportunidad de descojonarnos hasta entonces. Poco después empezaron los nervios y los dolores y ahora estoy aquí con ella, esperando a mi padre que se ha ido corriendo a la carretera a por el coche.
Llegamos a casa y tumbamos a mi tía en la cama...yo prefiero quitarme del medio y dejar a mi padre prepararlo todo, que es el apañado en estos temas, además,  Mario llega en una hora y tengo que prepararme.
Al salir del baño, voy directa a la habitación donde están mi tía y mi padre con todo el percal, a ver cómo va la cosa...
-¿Cómo lo lleváis papá?- decido preguntarle a él porque veo que mi tía esta demasiado ocupada intentando no asfixiarse...Dios...
-Pues no sé, pero tiene toda la pinta de que va a ser muy rápido; esta está más abierta que la puerta de un campanario..- mi padre y su usual sutileza.
Suena el timbre...¡uff!, ¡Mario!
Estoy muy nerviosa, no sé si por él, por mi padre, mi tía, el bebé...o por todo. Menudo día.
Saludo a Mario, que ya está más que al tanto de la situación, y vamos a la habitación. Este chico...ni rastro de tensión. Como si no estuviera a punto de conocer al rey de la broma sarcástica, experto en dejar a alguien tirado en menos de 10 segundos, y ver un parto en directo. Supongo que eso me alegra, él tiene la tranquilidad que necesito.
Dos segundos después de cruzar la puerta, mi padre le lanza una mirada escrutadora y suelta su típica broma, aunque con Mario no le sale como querría...
-¡Hombre Mario! Soy Selu- dice mi padre sonriendo. Mario le da la mano educadamente y escupe un "encantado" con una sonrisa en los labios. Transmite paz y serenidad, algo que deja a mi padre exhausto, pero nada lo va a parar...- ¿qué te pasa?, ¿estás cortado?, porque si quieres...ahí tengo tiritas- señala el botiquín que ha dejado en la mesita de noche con la única intención de gastar su desgastada broma. Intenta parecer serio e imponente, como si en lugar de presentarle a un amigo, le estuviera presentando a mi futuro marido y esto fuera una mala película americana, pero sabe que con Mario no va a ninguna parte.
-¿Qué?- Mario estalla en una carcajada bastante contagiosa. Todos empezamos a reirnos escandalosamente, incluída mi tía, que lucha a su vez para controlar los dolores-. Eres tal y como me había contado tu hija.
Aún entre risas me acerco a mi padre y le suelto una colleja- Renovarse o morir padre...
Mi tía grita y se lleva consigo el cálido momento que estábamos viviendo para dar paso al miedo y la tensión. Está histérica. ¡Dios mío! El bebé viene y no sé si estoy preparada para ver esto.
Mario se va a la cocina a regar una plantita que le traía a mi tía para dejarnos intimidad. Bonito detalle.
Después de muchos "respira", "empuja" y "tranquila que ya viene", el precioso bebé llega al mundo con una nube de calma que nos inunda a todos.
Mientras mi padre se encarga de él, Mario y yo tranquilizamos a mi tía y preparamos todo lo que nos ha pedido para el reposo de ambos. Una hora más tarde, está todo bajo control y Mario y yo decidimos salir a dar una vuelta.
Mientras estoy peinándome en el baño, recibe una llamada y se aleja para contestar.
-Era mi madre- dice volviendo del salón.
-¿Todo bien?- pregunto percibiendo algo extraño.
-Perfecto- dice sonriendo, aunque lo noto angustiado, no es su sonrisa habitual.
Salimos a dar un paseo por el pueblo y elegimos una plaza muy chula con pequeños y anchos muros para sentarse. Preparo lo que nunca nos falta; la cachimba; y comenzamos la charla.
Oigo un silbido a mi espalda; me giro y veo a mi hermano pasando a lo lejos con dos maletas trolley, una a cada mano, dónde irá...Le hago un gesto con la mano para que se acerque.
Se sienta con nosotros a fumar y me cuenta que se va a quedar un tiempo en casa de mi abuela, porque dice que está harto de nuestro barrio y la misma gente de siempre...menudo grillado.
De repente, algo cambia en el ambiente; se vuelve frío e insólito, como el rostro de Mario.
-Chicos, tengo que contaros algo...- empieza- ¿habéis oído hablar de los Dioses Orchakras?
-Dioses Or ¿qué?- dice mi hermano flipándolo. Yo solo me preparo para otra de las historias de Mario.
-Orchakras. Son los Dioses que rigen el equilibrio del tiempo diario. Se encargan de dividir el día en cuatro tiempos y estipulan los horarios que conocemos aunque no tengamos ni idea de ello...
-¿Por qué tú sí la tienes?- pregunto sin comprender nada...
-Al igual que las campanas de la iglesia suenan cada hora para certificarnosla, estos Dioses forman una banda que toca una melodía en cada momento del día; mañana, medio día, tarde y noche. Cada momento tiene la suya. Sólo unos pocos humanos pueden oír dichas melodías en la tierra y su misión es corregir a los Dioses si alguna vez confunden el momento con la melodía, ya que ellos no tienen certeza del horario real de la Tierra y esto podría provocar un desequilibrio en el tiempo. Mi madre es una de las encargadas y ha fallado...
-¿Qué me estás contando?- salta mi hermano- Alba de verdad, ¿tú qué clase de amigos te buscas?
-¡Cállate Alex!- le digo de mala manera- ¿Cómo que ha fallado Mario?
-Ella se quedó dormida y se despertó aturdida, perdió el cálculo del tiempo. Los Dioses tocaron su melodía y ella los advirtió de un error que no habían cometido. Al final no ha pasado nada, pero esto podría haber acarreado graves consecuencias para nosotros. Los humanos, sobre todo los escépticos, no están preparados para saber nada de esto, podrían volverse locos.
Mi hermano se ríe, aunque creo que nervioso, tiene miedo.
-¿Qué quieres decirnos con todo esto?, ¿qué va a pasar?- pregunto impaciente y algo temerosa también...
-Los Dioses están furiosos. Quieren castigar a mi madre y vienen hacia aquí. Esta mañana, cuando se despertó, había un pájaro rosa envuelto en un pañuelo rojo posado en el perchero de su habitación, es la señal de los Dioses Orchakras. Creo que su pretensión es reclutar a uno de sus hijos. Harán que trabaje para ellos como un sirviente para toda la eternidad, no podrá volver nunca más.
-Uno de sus hijos...¡tus hermanos!, ¡avísalos!, ¡¿qué hacemos?!, ¿¡qué pasa contigo!?
-Mis hermanos ya están escondidos en casa. No pueden entrar en ninguna propiedad. No pueden reclutar a nadie a menos que lo encuentren por ahí, donde no debe.
-¡Dónde no debes! ¿Qué coño haces aquí Mario? ¡Vámonos! ¡Corre!- me levanto de un salto y cargo uno de los trolleys de mi hermano- Alexis coge el otro, ¡vamos!
Una música se oye a lo lejos y empieza a sonar cada vez más fuerte, acercándose.
-Es tarde Alba- dice Mario derrotado-. Me he enterado tarde, no hay tiempo. Ya están aquí.
Mi hermano y yo nos miramos obstinados.
-Levanta el culo y empieza a correr si no quieres morir antes de que te cojan- amenaza mi hermano con rabia.
Echamos los tres a correr tan rápido como podemos hacia casa de Mario, que es la más cercana.
De repente todo se tambalea, como si se hubiera perdido el centro de gravedad. A Mario se le cae algo y se para a recogerlo.
-¡No pares!, ¡déjalo!- grito desesperada.
No hace caso. Se para, lo coge y echa la vista atrás. Mi hermano y yo seguimos corriendo y llegamos a la calle de Mario antes que él. Segundos más tarde gira la esquina.
-¡Alexis abre las maletas, rápido!- le ordena a mi hermano, que se apresura a hacerlo.
Yo estoy asfixiada y tengo la boca seca. Levanto la cabeza en un intento de coger una bocanada más grande de aire...¡Dios mío!
-¡Chicos, el cielo!- Mario y mi hermano miran hacia arriba; hacia un cielo que se ha tornado naranja y hay una increíble bandada de pájaros rosas volando en todas direcciones sobre nuestras cabezas. La música suena ya a un nivel tan alto que a penas podemos oírnos.
-¡Seguid corriendo hasta mi casa, vamos!- lo miro. No pienso moverme-. ¡Alba ahora voy yo, te lo prometo!, ¡corre, vete con tu hermano!- dice mientras rebusca como un loco en las maletas, ¿qué coño hace?
-¡Mario deja la ropa!, ¡¿qué haces?!, ¡vámonos!- no quiero irme, no quiero que lo cojan.
Mario hace un gesto a mi hermano, que me coge, me lleva a rastras hasta la puerta de la casa y llama al timbre.
-¡No! ¡Alexis, suéltame!- la madre de Mario abre la puerta y mi hermano me lanza hacia adentro, siguiéndome y cerrando la puerta a su espalda.
-¿Dónde está Mario?, ¿dónde está mi hijo?- la mujer está temblando y las lágrimas empiezan a brotar de sus ojos.
-Tengo que ir a por él Alex, por favor, déjame salir- miro a mi hermano a punto de llorar-. ¡Déjame salir!
-Iré yo- mi hermano comprende mi agonía.
Abre la puerta y mientras se dispone a salir, consigo asomar la cabeza e inspeccionar la zona. Una mujer con una falda larga negra, una blusa blanca y un pañuelo rojo en la solapa, se vuelve hacia nosotros y nos obliga a entrar en la casa a empujones. Debe ser una recluta que hayan logrado tiempo atrás, en otro error de algún humano con el don de oírlos, porque la chica no parecía nada contenta con lo que estaba haciendo.
Justo en el último instante antes de volver a estar encerrada, lo veo. Mario. ¿Qué ha hecho? Estaba camuflado. Lleva un pantalon y una chaqueta negra, una camisa blanca, y algo rojo en la solapa...¡Se ha vestido como ellos con ropa de mi hermano!, ¿qué pretende?
Esperamos diez minutos hasta que dejamos de oír la música y abrimos la puerta...saltamos a la calle con la esperanza de encontrar a Mario.
Dos segundos después y a penas a unos pasos de la casa, Mario aparece por la esquina corriendo y haciéndonos señales de que volviéramos dentro. Él entra justo después que nosotros, cierra la puerta y echa la llave apresuradamente.
La madre llora desconsolada, él la abraza y después a nosotros.
-He conseguido engañarlos chicos, pero no sé por cuanto tiempo...- todos respiramos aliviados.
Dos semanas más tarde vuelvo a casa de Mario. Me paro en la puerta y siento algo raro en el lugar...supongo que será la inquietud y el miedo de no saber cuándo volverán a por él...me llaman al móvil. Mamá.

-¿Si? Dime mamá- respondo.
-Alba, ¿has puesto la lavadora?
-¿Qué?

¡Mierda! Me levanto de un salto. Las 11:15h de la mañana...me había quedado dormida. Tengo un whatsapp de Mario y lo primero que hago es contarle que he soñado con él y que ha sido guapísimo. Tengo la sensación de seguir aún soñando y estoy cargada de adrenalina. No hay mejor forma de empezar el día que con un sueño lleno de acción.
¡Buenos días!

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